sábado, 20 de julio de 2019

La que alguna vez fue mi mejor amiga

No tengo muchos amigos ni muchas amigas. Nunca los he tenido incluso cuando he conocido a muchísima más gente de la usual por toda la cambiadera de escuelas que viví mientras crecía.

Tengo amigas a quiénes amo muchísimo, de años, con las que crecí, con quiénes compartí momentos divertidos, graduaciones, exámenes reprobados, corazones rotos, caídas y rodillas raspadas, miedo, incertidumbre y compañía. Las amo mucho, a todas, en sus momentos y las que aún siguen conmigo, sin embargo, nunca me he sentido verdaderamente cerca a alguien. 

Esto se debe a que, bueno, ya saben, soy una persona un pocMUY RARA. Mis intereses y mis aficiones difieren en su mayoría con la media de la gente de mi edad. Mis características personales -como son la introversión y que soy neurodivergente y bastante asocial- me impiden y me limitan en este mundo y con los demás.

No sé hacer amigos, no sé relacionarme con las personas y cuando logro entablar amistad con alguien me esfuerzo mucho en ser social y ser amable y ser activa. Limo mis partes ásperas para encajar.

Quiero que me quieran pero temo la gran parte del tiempo que cuando me conozcan no sea así, porque no soy alguien fácil para convivir.

Debido a todo eso, nunca me animé a verdaderamente llamar a alguien "mejor amiga". Porque el título me parecía ridículo y vano y porque jamás sentí lo que se supone que debía sentir alguien por otra persona para tener ese vínculo.


Amo mucho a mis amigas, a cada una de ellas, pero siento que mis diferencias me alejan, me mantienen a parte.




Cuando conocí a Karli fue muy diferente. 

Ella y yo no compartimos mucho, en realidad. Ella no es tan adepta a la lectura por diversión y es muy fan del Kpop. Ella es religiosa, una cristiana con una fe muy grande y yo soy más agnóstica. Podemos tener puntos de vista bien diferentes y ella es muy funcional en su vida. No le interesa mucho encajar con los demás o tener muchos amigos pero sabe dirigirse con los demás y creo que es la persona más prudente que he conocido.

No recuerdo cómo nos hicimos amigas, pero sí me acuerdo de la primera vez que la vi, sentada frente a mí con su cabello rizado esponjoso y suéter verde bandera.
Y si me lo preguntan, no me acuerdo de cuándo fue la última vez que la vi, por más que intento buscar dentro de mi mente nada viene.


A pesar de que Karli no era tan diferente de mis demás amigas, algo hubo ahí que sí era especial. No sabría decir. ¿Química? ¿Empatía? ¿Destino? ¿Karma?

Ella y yo congeniamos muy bien. Platicábamos todo el tiempo y nos acompañábamos. Es cierto que tuvimos problemas pero siempre supimos sorteamos y nuestra confianza no se resquebrajó en ningún momento. Jamás le he perdido la fe.

Nuestra amistad siempre fue diferente y mágica. Compartimos mucho y nos dejamos entrar a lugares donde no dejábamos entrar a nadie. Nos conocimos y aunque no nos entendiéramos del todo, nos queríamos así.




PERO COMO SIEMPRE, COMO TODO, a la gente le da por culo ver algo que no entienden y empiezan a hablar.
Porque no veían con buenos ojos nuestra relación, por momentos me daba miedo y pesar que Karli pudiera escuchar lo que otros decían. Yo le insistía, cada que podía, que a mí jamás me ha importado lo que piensen de mí o de mis relaciones. Ella asentía.



Al final creo que eso pasó: Ella escuchó a los demás, quiénes la asustaron de mí y de esto y sin darme más explicación prefirió hacerme a un lado para hacer a los demás felices.

Imagínense cómo me sentí yo.


Aún así continué esperando a que se retractara, porque estaba segura que lo que teníamos era especial. Que ella era la mejor amiga que jamás había tenido, de la que todo el mundo hablaba y así.
Me senté y esperé día y noche y por momentos me enojaba y me peleaba con ella en mi mente y por momentos estaba muy triste, tan triste que olvidaba comer y no podía dormir, y por momentos la entendía. No dejé de desear su regreso.



Pensé que estábamos muy seguras de nuestra amistad, que el amor que nos teníamos era platónico y fuerte e incondicional y que no importaba lo demás.
Ella me escribió una carta en abril de este año, por mi cumple, y en ella me aclaró varias cosas y entonces las cosas que pensé que pensábamos y sentíamos las dos se voltearon.
Siempre estuve segura de mi amor por ella, de lo que representaba estuviera o no enamorada o como lo quieran ver.
Nunca cruzamos los límites, siempre nos respetamos como personas y como mujeres. Siempre respetamos a las personas con las que tanto ella y yo estábamos en pareja. Nunca nos involucramos sentimentalmente ni mucho menos físicamente.

Algo siempre hubo ahí que no podíamos explicar y que los demás veían mal.



Al final, luego de tantos meses de ir y venir, después de haber cohabitado un año -más o menos, porque no dormíamos en el mismo cuarto ni compartíamos horarios y en realidad rara vez nos cruzábamos por los pasillos de ese edificio-, después de habernos reconciliado el septiembre del año pasado y después de haber terminado en diciembre, después de que le escribí borracha una tarde y después de esa carta y de sus mensajes de whatsapp a media noche, después de eso y después de que me dijo que estaba cansada ya para seguir con esto y que yo le dije que la esperaría, que aguantaría por las dos, la ghosteé.

Sé que no debo ir detrás de alguien que no quiere ser perseguida.


Mi amor por ella no ha acabado, pero mi amistad, por el momento, sí.



Una vez escribí que tenía la fe de que en algunos años podríamos volver a ser amigas y que esos sueños y esas promesas volverían a la vida y la verdad es que aún tengo esa fe. Pero ya no voa esperar.

Borré mi playlist que había hecho con ella en mente, borré nuestras fotos de instagram, borré su número y su contacto y su conversación. La borré de mi FB. Dejé de hablarle a nuestras amigas en común. Dejé de stalkearlas para saber de ella, de preguntarles por ella. Dejé de decir su nombre con mis demás amigos y dejé de desear una oportunidad para la reconciliación con ella cada noche. Este es el último post que escribo de ella, uso su nombre o lo que sea. Al menos en un buen tiempo.





La amé como nunca amé a nadie, ni a mis amigas, ni a mi propia familia, ni siquiera a mí misma y en retrospectiva creo que estuvo bien y mal.
Fue la primera vez que viví algo así y probablemente sea la última y a pesar de que me da un buen de miedo volver a sentirme sola porque ya conozco las bondades y las mieles de una compañía que si bien no era perfecta al menos cálida y humana sí, voa seguir adelante.


Por mientras, se cierra el telón y mi corazón está clausurado hasta nuevo aviso.


No tengo más rabia ni ira ni decepción contra ella. La tristeza que me invade y la pena y la vergüenza se disolverán con el tiempo y dentro de varias semanas estaré en la Ciudad de México, sentada en un vagón del metro y probablemente escuche alguna canción que me recuerde a ella y podré sonreír y estar tranquila.
Al menos allá estaré más enfocada en sobrevivir al monstruo de la ciudad, en vez de sobrevivir al fantasma de la que alguna vez fuera mi mejor amiga.




(protegí su carita beia porque #Privacidad, anyway la mía nop por si un día me ven en la calle, siéntanse libres de aTROPELLARME ALV, grax)








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