sábado, 12 de enero de 2019

Te quiero yo, pero tú a mí no

Quizás si se nos hubiera enseñado a lidiar con el amor no correspondido, muchas cuestiones no las sufriríamos como actualmente las sufrimos. Y si somos perceptivos, nos damos cuenta de que por todos lados hay pedazos de historias en pinturas, películas, canciones, series, novelas, poemas y cómics que nos hablan de lo mismo, así que no es nuevo.

Como dice Olivia Newton John en Vaselina, "Supongo que el mío no es el primer corazón roto". Y aquí la situación, si la pensamos poquito con claridad, es que se nos ha inculcado que nuestro valor recae en la gente que nos quiere. Cuánta más gente te quiera, mejor. Cuánta más gente tú quieras y te quiera, mejor.
Porque ser amadx es lo mejor que te puede pasar y porque no hay pena más grande que amar y no ser amadx.


Dice Thalía "Amar sin ser amada, es una puñalada".

Ahí está su presión social. Ya no sólo no tenemos la angustia de que nos correspondan, sino de no quedar en ridículo frente a otros.
Porque eso significa no ser correspondidx. Una verguenza.

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A pesar de que hace un año les escribí sobre las mentiras del amor y que una de ellas era que el amor sólo contaba si te correspondían, a pesar de que continuamente los estoy invitando a que amen sin condiciones, sin importar si te regresan o no el amor, porque el amor es algo que nace en ti y muere en ti, a pesar de todo eso me DA UN TERROR INCALCULABLE el no ser correspondida. Como a cualquier otro mortal.
Me da mucho miedo demostrar mis sentimientos hacia alguien que -siempre existe la posibilidad- podría no sentir lo mismo que yo. Me controlaba. Intentaba mantenerme en un estado fresco y distante, que no viera tan fácil lo mucho que significaba para mí.

Se podría decir que el primer rompimiento que viví, allá por el 2008, más o menos, con el Jordan
-UNSALUDOSIMELEESPORCASUALIDAD-, fue por eso mismo. Porque era *evidente* que no era correspondida, al menos así me sentía yo.
Quería mucho de él, deseaba tenerlo más cerca y más cerca y poder compartir todo lo que se pudiera compartir y al final, esa NECEDAD (porque vamos a llamarla por lo que es, tenía trece años, a esa edad nadie sabe qué pedo. Ni yo ahorita con veintitrés sé qué onda), ese ardor de piel, ese fuego interno por quemarlo todo sí quemó todo. Y con ello, mis amistades en común, al amor que sentía por él y a mí misma.

Terminamos en malos términos o algo así, no recuerdo bien el asunto en cuestión porque lo bloqueé de mí. Eso sí: Recuerdo perfectamente las veces que lloré en el baño, sintiéndome estúpida, humillada, abandonada y sobre todo: RECHAZADA.

Había sido rechazada por la persona que yo pensé que era el amor de mi vida (LOL) y pensé que jamás volvería amar ni volverían a amarme y todo ya ahí se había acabado.


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Después de eso, pasé mucho tiempo (Bueno, meses, en realidad) sin querer abrirme ante nadie más. Qué humillación. Yo lo había AMADO y él sólo me había querido. Ugh. La desgracia y el deshonor me llenaron.

Después de eso, tuve a mi noviecito y chalalá, y todo lo demás. El ardor de saberme des-amada, mal-amada, in-amada aún seguía en mi piel.
Y eso como que abrió un agujerito en mí, porque ahora no sólo estaba espantada por la posibilidad de no ser correspondida, sino por no saber corresponder y que la otra persona se sintiera igual de fatal que yo.


Y ustedes creerían que eso, a tan temprana edad -¿Quién sufre de desamor a los trece años? Sólo algún desequilibrado artista wannabe, como yop-, me ayudaría a elegir mejor mis relaciones y que aprendería a florecer en vez de empeñecerme para encajar y nop.

El miedo a no ser amada, a no ser correspondida y a no corresponder, me llevó a lugares muy oscuros, terribles, sinuosos, que en el mejor de los casos me dejó un par de curitas en la frente y cicatrices en las rodillas por las caídas.


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Tuve cuidado con mis sentimientos en cuanto a mis parejas, sin embargo, con mis amigues fue dónde terminé bajando la guardia y pasaron cosas terribles.


Desarrollé sentimientos románticos hacia uno de mis (ex) amigos, llamado José Luis. Y cuando me animé a confesarle cómo me sentía, en el entierro del padre de uno de nuestros amigos en común 
-tengo muy mal timing-, él fue muy amable cuando me rechazó. Lo acepté de buena gana porque igual ya me imaginaba que por su orientación le sería difícil corresponderme. Aún así tuve la necesidad de que él supiera lo que sentía por él para que tomara una decisión.

Esa vez no me sentí mal, en realidad. Estaba aliviada porque él sabía que me gustaba más que amigos y estaba aliviada de que me hubiera rechazado. Extraño, en verdad.

Luego el tipo se convirtió en un agresor sexual y me atacó y pues hijo del patriarcado culero, pero esa es otra historia.


Llegué también a sentir algo más por mi amiga Ale, una de mis mejores amigas de la preparatoria. Creo que ella es como un gatito, se parece a mí en ese aspecto. Es muy independiente y así. Cuando nos conocimos, nos hicimos amigas el mismo día y desde entonces la quise mucho. A veces pienso que la quise *tanto* que las cosas se confundieron para mí y exigía demasiado de ella, como si tuviera alguna obligación conmigo además de la de ser mi amiga.

Pero yo pensaba: Si yo la quiero tanto, si yo hago tanto por ella, ¿Por qué ella no puede hacer lo mismo? ¿Por qué no puede verme igual?

Y me obsesionaba con eso y la puse en un altar para admirarla y para venerar nuestra amistad. Con ella estaba MUY cómoda y podía hablar de todo lo que se me viniera a la mente. Pensé que si le demostraba que confiaba en ella, ella podría confiar en mí y pues GRASSO ERROR. Incluso en las amistades debe haber equilibrio, pero nunca nada es equitativo.

En este caso, idealicé tanto nuestra relación que terminé enamorándome poquito de algo que no era. Estaba tan cómoda que se me hizo fácil perder el control y perder de vista la realidad, borrar las líneas y volverlo todo muy ambiguo, porque de esa manera no importa mi intensidad, siempre hay lugar para mis dramas.

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Cuando sucedió que ella no estaba en el mismo renglón que yo, que ella no sentía lo mismo que yo ni me veía como yo a ella, todo se vino a abajo. Y me ofendí. ME OFENDÍ MUCHO. ¿Cómo es que después de todo lo que había hecho y había pasado y había *sentido* nada había cambiado?

Pues así es esto, Marianita del pasado. 

Amar mucho a alguien no es garantía de que nos amen mucho también.






Con todo ese historial mío, con todo lo que he vivido, ¿POR QUÉ AÚN ME CUESTA ENTENDER ESO?

Ha de ser la naturaleza humana o la cultura popular que me refuerza la idea de que soy lo que otros aman.

Pero me ha costado caro. Me costó todas esas relaciones y si me lo preguntan, no conservo contacto con ninguno de ellxs. -salvo con Ale, de vez en cuando intercambiamos tweets-


¿Por qué entonces siento que se me desinfla el corazón del puro desencanto cuando pienso lo que pasó con Karli?

Porque eso pasó, amigos. Ella no me correspondía, por razones que ella sólo conoce y que jamás se atreverá a admitir. Ella no lo hacía, por mucho que ella dijera que me amaba, que yo era su mejor amiga, que ella no me iba a dejar, que íbamos a estar bien, al final resultó que nada de eso era cierto. O no era suficiente.

No fue suficiente para mí. No podía seguir alimentando mi corazón y mis sentimientos y mis pensamientos y mis ganas con promesas vacías, caducas, indiferentes. Pero precisamente y es lo que me he preguntado durante todos estos años de ser amigas... ¿Por qué es tan difícil y duele tanto ser *amigas*?

La amistad no debería ser así. No es así.


Y AQUÍ ES DONDE CAIGO EN CUENTA DE NUEVO.

Envenené nuestra relación con mis sentimientos fuera de lugar, esa noche de diciembre de hace muchos años. 
Envenené nuestra amistad con mi insistencia, con mi imprudencia y con mi impaciencia. Exigí de más. Esperé de más. Deseé tanto de ella, de tantas maneras, que la negación, la lentitud, la frialdad me dolieron, me rompieron. Ella nunca podría haberme roto el corazón si yo no se lo hubiera entregado, en un principio. 

Ella también hizo cosas malas y también envenenó nuestra relación con sus errores y sus negativas y sus problemas y al final, aparentemente la atracción que ejerzco sobre los problemas fue demasiada.

Yo la amaba y ella también me amaba pero teníamos maneras bien diferentes de demostrarlo.


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Pensé que si la amaba más, por las dos, podríamos salir adelante y ser tan amigas como siempre. Pensé que si cerraba los ojos y volteaba a otro lado, hacia mis demás amigos, hacia el mimors, hacia mi familia, hacia mí misma, mis problemas y el frágil hilo que se tensaba entre ella y yo, desaparecerían.


Nada se desvaneció y en su lugar, me explotó en la cara. Es un tema que ya no hablo con nadie, porque sé la opinión de los que conocen esta historia y que su única exclamación que me hace sentir desolada es el "Ay, Marianita :c"



Porque sí, Ay, Marianita, pobre de ti que ni tu mejor amiga te pueda corresponder.








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