sábado, 9 de febrero de 2019

Cuando pensé en meterme los dedos en la garganta para adelgazar

Mido 1.59 y peso 59 kg, 800 gramos. La gente que me ha visto alguna vez sabe que no soy alguien a quien llamarías "gorda". Tampoco soy "flaca". Soy, lo que se dice, delgada. Estoy dentro de lo establecido "normal". 
Hay cosas que me gustan de mi cuerpo: Los vellos de mis brazos, por ejemplo. No sé por qué, pero me parecen lindos y me gusta ver los de las demás aunque esté muy de moda arrancárselos como los de las piernas. Me gustan MUCHO mis piernas porque son largas y hermosas y me ayudan a huir de mis problemas. Me gustan mis ojos y mis labios.

Pero también hay cosas que me desagradan. Quisiera tener pechos más grandes, siento que mi trasero es ~demasiado~ redondo para usar ropa ajustada sin verme vulgar o sin que me estéN ACOSANDO EN LA CALLE. Mis orejas son muy pequeñas, creo que una está deforme porque siempre que uso audífonos el orificio de la izquierda me duele mucho. Mis manos y mis pies también son pequeños en comparación al resto de mi cuerpo. Mi cabello es un desastre en la mañana y mi mordida está chueca. 
Y no hace mucho, me atormentó la idea de meterme los dedos en la garganta para adelgazar.

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La mayoría de la familia de mi padre es gente delgada. De piernas delgadas, de brazos delgados, hombros huesudos, hendiduras por aquí y por allá. La mayoría de la familia de mi madre tiende al sobrepeso pero muchas de mis tías y tíos, si no es que todos, tienen historia con el deporte. 

Cuando niñas, mi madre y mi padre nos inculcaron a mi hermana y a mí el valor de cuidar el cuerpo. Nos llevaban al exclusivo club deportivo Punto Verde donde practiqué jazz -una mezcla de gimnasia y baile-, ráquetbol, básquetbol, fútbol soccer, tae kwon do y natación. No nos dejaban tomar refresco y nunca fuimos una familia de comer tortillas o pan a diestra y siniestra. Es por eso que casi no me gusta el refresco y si lo tomo es porque seguro tiene WHISKY adentro o algo así. Puedo comer sin tortillas y si las como, nunca pasan de cuatro. Pan sólo si es dulce, o en una deliciosa guajolota, pero nomás. Como plato principal sí, para acompañar no.

Con todo esto que les acabo de contar podrían suponer que mi hermana y yo fuimos niñas delgadas y sanas y PUES NO. Bueno, sí. No completamente: Mi hermana sacó la complexión de mi papá: Delgada de todos lados y siempre ha sido así, aunque trague como cerdo. Yo no. Yo nací más apegada a lo de mi madre aún sin tener sobrepeso u obesidad.
Pero crecí con mi hermana, una morra de piel clara, rizos castaños alargados y delgada sin intentarlo. Por supuesto que me acomplejé MUCHO.

La presión era mucha. Siempre me ha dado la impresión de que a la familia de mi madre les importa MUUUUCHO el cómo te ves, porque quiero pensar que son de la vieja idea de que si eres delgada eres feliz y sana y aunque no lo digan, siempre está ese contexto en sus miradas. Sé que se preocupan, pero también sé que incomodan bastante.

Por consecuencia: Tanto mi hermana como yo sufrimos mucho.

Ella por ser ~demasiado~ delgada y yo por no ser lo ~suficiente~ delgada.


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Por mucho tiempo me sentí una niña fea, estúpida, aburrida, rara. Insuficiente.


No importaba que mis papás fueran cariñosos y me apoyaran en todo. No importaba que mis amigues creyeran que era mágica. No importaba que mi novio/a/e de entonces me mirara como si fuera el premio mayor.

Me miraba en el espejo y veía todo lo que no era, todo lo que me faltaba. Nunca vi nada de mí porque estaba más obsesionada en llenar mis vacíos.


No veía que mi piel era lisa y suave, sólo veía que no era lo suficientemente blanca. No veía el color tan peculiar de mis ojos, veía sólo las ojeras que los adornan. No veía mis labios en forma de corazón, veía que mis dientes no eran tan blancos ni tan derechos. 

No veía mis piernas, veía los vellos en ellas. No veía mis manos, veía las cutículas destruidas por mi ansiedad. No veía el potencial y el brillo de mi cabello, veía que no era lo suficientemente lacio.

No me veía a mí.

Veía un montón de cosas que no estaban y que no sabía cómo podía conseguir.

No veía mi cintura, no veía mi cadera.

Veía que mi vientre no era plano, no estaba marcado.

Y dejé que todas esas inseguridades y ese miedo de no ser suficiente me arrastrara a lugares verdaderamente horribles.

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Y no sé cómo es que he aprendido a ver la belleza en todo, la verdad. Pero así fue. Abrí mi concepto de la belleza y de repente vi cómo todo a mi alrededor cambió.

Ya entrada en la adolescencia aprendí a darme un mejor lugar y no estoy segura de cómo fue. Fui más amable con los demás y eso me hizo ser más amable conmigo misma. Reconocí la belleza en el acné, los kilos de más, el vello, los poros, las cicatrices, los lunares, los rulos, lo liso, lo áspero, lo negro, lo café, lo dorado, lo pequeño, lo largo, lo amarillo y lo blanco. Lo puntiagudo y lo ancho. Vi todo eso en los demás y empecé a verlo en mí.

Y sentir.


Veía cómo mis amigues sonreían, con los labios secos y las mejillas rojas de tanto correr en educación física y me parecía hermoso. Veía cómo mis amigas se arreglaban el cabello en peinados divinos y me parecía fantástico. Veía cómo las cejas tupidas de Adrián se alzaban al verme llegar a la escuela. Sentía un escalofrío recorrer mi cuerpo cuando las manos anchas y toscas, con la cutícula arruinada, de Darren Falso se posaban en mi cuerpo y sus grandes ojos verdes brillaban. La mirada intensa de Ingrid me hacía sentir electricidad que se tornaba gotitas de agua fresca dentro de mí cuando sonreía. Karli me sonreía y sentía como si me iluminara una lámpara en la cara, deslumbrada y un poco inquieta. Y con el mimors es todo eso pero cien mil veces más.

Apenas me enamoré de los libros y la música y la gente a mi alrededor, y encontré belleza en ello, empecé a notar EL TREMENDO MONUMENTO A LAS MUSAS QUE SOY.

Entonces, Marianita, ¿Por qué quisiste meterte los dedos en la garganta para adelgazar


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No sé por qué, la verdad, pero el recuerdo es tan vívido y tan fresco que me da escalofríos pensar en eso.


Tenía veinte años. 
Estaba pasando por uno de los peores lutos que he sobrevivido en la perra existencia.
Estaba asustada y muy confundida.
Tenía buenos amigues y pensaba que mi amistad con ellos sería para siempre.
Me iba bien en la escuela.
Tenía al mimors.


Pero algo no cuadraba y volvió a suceder lo que sucedió cuando era niña: No importaba lo que los demás pudieran decir de mí, yo no lo oía. Estaba tan sumergida dentro de mi propia oscuridad que la inseguridad apareció como fantasma para seguir atormentándome y en mi delirio y mi desesperación, por alguna razón pensé que si fuera más delgada todo se solucionaría. 

No sé qué tenía que solucionarse, la muerte ciertamente no se puede. Pero eso pensé y la idea me estuvo persiguiendo día y noche y día y noche y a cada momento que pasaba cinco minutos sola.

"Sólo una vez, sólo hasta que adelgaces poquito, Mariana" me decía a mí misma. Entraba y salía del baño toda nerviosa. A veces entraba nomás para quedármele viendo a la taza del baño. A veces me sentaba sobre la tapa y me quedaba mordiéndome las uñas.
"Sólo métete los dedos y ya. Sólo hasta que veas la diferencia".



¿Pero qué diferencia iba hacer?


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Estuve así unos meses y me daba tanta vergüenza la sola idea de hacerme daño para cambiar algo de mi vida que no le conté a nadie. Esta es la primera vez que lo externo.



Cuando era adolescente llegué a presentar exposiciones a mis compañeros de secundaria sobre los trastornos alimenticios. Desde entonces tengo esa información que en ningún momento he olvidado.

Por eso me aterraba la idea de hacerlo. Estaba muy tentada pero al mismo tiempo estaba asustada.


Era una piedra constante en mi zapato. 

Ni siquiera era por la comida, porque tampoco hacía mucho por mejorar mis hábitos alimenticios o hacer más ejercicio. Simplemente al estar sola pensaba en eso. Que podía ir al baño con una cuchara bajo mi manga, metérmela y echar todo.
Usar el mango de un cepillo.
Lo que sea para vomitar lo poco o mucho que tuviera por dentro.


Tal vez vomitando todo me desharía de todo ese dolor.



¿Y saben qué?

Cada vez que pienso en ello agradezco con toda mi energía a la entidad divina que me cuidó y me agradezco a mí por no empujarme a mí misma a ese vacío, porque una vez dentro es bien difícil salir. Muchas que entran ya no salen.


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La presión de ser perfecta en este mundo PATRIARCAL es tremenda. Hemos perdido a mucha gente, a muchas mujeres, en este enorme y horrible laberinto que la sociedad ha construido para nosotras.  

Pero quiero dejar algo bien claro:

Nunca vamos a ser suficientes.

Nunca vamos a ser lo suficientemente bonitas, altas, delgadas, limpias, pulcras, blancas, adineradas, exitosas, felices, inteligentes, intelectuales, cultas, bien vestidas, elegantes.

Para el patriarcado ninguna mujer es suficiente no importa nada.


¿Y saben qué?

QUÉ CHINGADOS IMPORTA LO QUE EL PATRIARCADO DIGA.

A eso voy.

Nunca vamos a ser ~suficientes~ porque no somos perfectas y ahí radica la belleza de la vida y la naturaleza y la magia.
Está bien no tener la piel suficientemente lisa, el vientre suficientemente plano, las piernas suficientemente largas.

Tenemos piel, tenemos vientre, tenemos piernas -y las que no, tienen movilidad de alguna manera y las que no, tienen vIDA- VAMOS A CELEBRARLO.

Porque somos diferentes y porque estamos bien así. Porque es bueno, porque es bonito y está bien.


Vamos a dejar de tragarnos ideas estúpidas DICTADAS POR EL PATRIARCADO, porque es pura mamada, se los prometo.


Somos más felices cuando no somos perfectas, porque no está en nuestra naturaleza serlo. Somos más felices cuando somos nosotras mismas, con todo y nuestros defectos e imperfecciones e irregularidades y extravagancias.



Embellece tu corazón con actos de amor y compasión por otros y por ti mismx. Embellece tu mente con arte, con ciencia y con fe. Embellece tu alma con perdón hacia ti mismx, hacia el mundo y hacia el universo.


Embellece tu cuerpo con comida saludable, con ejercicio saludable, con diversiones saludables y/o moderadas. Cuídalo y cuida tus sentimientos y tus pensamientos y tus acciones.


Sigue tu camino y huye cuando sientas que la oscuridad está a punto de atraparte y si te atrapa, grita y pide ayuda. Estoy segura que más de alguno escuchará e irá en tu rescate. Yo lo haré.



Quiérete viva, porque yo te quiero viva aunque el patriarcado no.

Quiérete viva, quiérete como eres y al hacerlo, harás revolución.


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